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CRISIS ZEN

*Articulo obtenido de http://satsangzaragoza.blogspot.com.es/search?q=crisis+zen

Escribí esta carta hará algo más de dos años. Por entonces acababa de descubrir a Eckhart Tolle y de leer sus libros. Iba dirigida a una compañera de práctica zen. La comparto en el blog porque en ella cuento algunas cosas que quizá, si tú también practicas zen desde hace tiempo, te puedan ser de ayuda en tu crisis zen, ya que yo he pasado por eso y, por supuesto, sigo expuesto en cualquier momento a volver a pasar.
Dice el reconocido maestro zen Ama Samy en su libro ¿POR QUÉ BODHIDHARMA VINO A OCCIDENTE?, publicado por Zendo Betania, en la página 92: El Zen es muy bueno en el “ascenso”, en su aspecto de negación y autovaciamiento, de acceso al mundo del Vacío. Pero en lo que respecta al “descenso”, el regreso al mercado, la vuelta a las relaciones, las emociones y el vivir cotidiano, resulta pobre en sus directrices y orientaciones de ayuda. Esto es lo que pasa cuando vuelves de un sesshin. Que el efecto pasa rápido y no sabes muy bien qué hacer para llevar lo que allí has vivido a tu vida cotidiana. Pero es normal; en la vida cotidiana uno no se pasa cuatro días o una semana en silencio y, mucho menos, haciendo catorce sentadas diarias. Es imposible que suceda lo mismo. Es como irte unos días al Pirineo y pretender al volver a casa sentir en la ciudad lo mismo que en las montañas. Mira lo que dice Eckhart Tolle al respecto:
Una experiencia no es suficiente, por muy bella o profunda que sea. Lo que hace falta, lo que necesitamos, es una transformación permanente de la conciencia.
La palabra iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano y al ego le gusta que sea así, pero no es más que tu estado natural en el que sientes la unidad con el Ser.
El satori no es una transformación duradera, pero agradécelo cuando llegue porque te permite saborear la iluminación.
Los maestros zen, con la mejor de sus intenciones pero no siempre con acierto, ejercen de portadores de la zanahoria de la iluminación, y nosotros, en pos de esa zanahoria, esperamos anhelantes un sesshin tras otro que de repente algo suceda, tu vida cambie por completo y te liberes de todo malestar. Hay temporadas que la cosa parece funcionar, sobre todo al principio, los primeros años, los de “luna de miel” con el zen, cuando, si tienes suerte, consigues darle a la zanahoria de vez en cuando un pequeño mordisco. Pero más tarde, poco a poco se empieza a hacer evidente que esas expectativas fantásticas que han generado en muy pocas personas se hacen realidad en la vida cotidiana, lo que va generando una frustración creciente. Desde luego que ha habido algunos maestros zen y otros grandes místicos, como Hui Neng (en japonés Eno, 6º Patriarca zen), Ramana Maharsi, el Buda o Eckhart Tolle, que tuvieron una gran experiencia de despertar que transformó su vida por completo, pero son casos absolutamente extraordinarios y excepcionales, algo que a muy pocas personas sucede. Yo, desde luego, no he conocido a ningún practicante zen que le haya pasado algo parecido. Algunas de estos grandes maestros que he mencionado, antes de su experiencia, ni siquiera habían seguido durante años una práctica espiritual, como en el caso de Hui Neng, Eckhart Tolle o de Ramana Maharsi. En su caso más bien se podría hablar de que les tocó la “lotería espiritual”. Tendríamos que asumir de una vez por todas esta verdad: seguramente, por mucho que yo haga,  no me va tocar la “lotería espiritual”.
Curiosamente, el Buda, después de su experiencia de despertar, no volvió con su mujer y su hijo a vivir su vida cotidiana anterior, sino que lo que hizo fue fundar una orden monástica. Algo parecido hizo Hui Neng, el sexto patriarca, el fundador del zen chino, que tras su experiencia se hizo monje. No deja de ser una gran paradoja que previamente no hubiera seguido una práctica meditativa. Mientras que Ramana Maharsi se retiró a una cueva de la montaña de Arunachala y permaneció allí el resto de su vida. Tampoco Eckhart Tolle volvió a su vida de antes como investigador, sino que dejó su trabajo y durante unos años se dedicó a integrar en su vida la experiencia que había tenido, para después dedicarse a transmitir a otros su enseñanza. Ninguno de estos maestros continuó con su vida normal después de su experiencia. Más bien lo que parecen transmitir es que en la vida normal, la que vive la mayoría de la gente, esa experiencia es más difícil que perdure.
El caso de Ken Willber es muy ilustrativo. Suele pasar que cuando las cosas te van bien en tu vida, o medianamente bien, lo achacas al efecto positivo de la práctica zen, pero cuando las cosas se tuercen y hay que afrontar serios problemas es cuando todo esto se pone a prueba y surge la crisis. Es lo que le ocurrió a Ken Willber cuando, nada más casarse, su mujer enfermó gravemente de cáncer. Dice en su libro GRACIA Y CORAJE, en la página 233: Tras quince años de meditación durante los cuales tuve varios “kensho” inconfundiblemente confirmados por mis maestros… ¿Cómo había podido perder todo  esto? Como consecuencia de esto Ken Willber dejó el zen.
 Con el paso del tiempo, una vez pasada mi “luna de miel” con el zen, he sufrido muchas crisis y desencantos, que he ido sobrellevando como he podido, ya que además hablar de todo esto libremente y con sinceridad en el grupo es un tabú. Sólo se puede hacer con unas pocas personas. Hace tiempo que me sentía en mi práctica bastante estancado. Y descubrí a Eckhart Tolle. Unas cuantas frases suyas me ayudaron mucho para salir de mi estancamiento y me dieron la clave de cómo llevar la práctica a mi vida cotidiana, que es lo que verdaderamente importa, porque Lo que hace falta, lo que necesitamos, es una transformación permanente de la conciencia.  Empecé a repasar lo que hago desde que me levanto y descubrí el problema que tengo en aceptar lo que me está sucediendo en el momento presente, escapando del ahora. Descubrí que me cuesta mucho aceptar tener que estar con quien no me gusta estar, ni donde me gustaría estar. En el trabajo, en la cola del pan, etc. Que no quiero sentir determinados sentimientos. Que huyo de ellos. En fin, muchas cosas. Porque aceptar las experiencias positivas no es ningún problema. El problema es aceptar lo que nos produce dolor o malestar.
Acepta cualquier cosa que contenga el momento presente como si la hubieras elegido. Trabaja siempre a favor del momento presente, no contra él. Haz del presente tu amigo y aliado, no tu enemigo. Esto transformará milagrosamente tu vida.
Una práctica espiritual simple pero radical es aceptar lo que surja en el Ahora, dentro y fuera.
Cuando aceptas profundamente este momento tal como es –tome la forma que tome-, estás sereno, estás en paz.
Cuando aceptas lo que es, cada momento es el mejor. Eso es iluminación.
Lo que aceptes completamente te hará sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes aceptar, de que te estás resistiendo.
Cuando aceptas este momento completamente, cuando ya no discutes con lo que es, el pensamiento compulsivo mengua y es remplazado por una quietud.
Ahora ya no vivo pendiente de cuándo podré hacer el siguiente sesshin, ni de cuántos sesshin podré hacer el próximo año. Hacer un sesshin ya no es tan importante para mí. Eso no quiere decir que ya no vaya a hacer, pero seguramente no voy a hacer tantos como antes. Es como si, continuando con el símil de la montaña, dejara de ir de excursión al Pirineo porque al volver a la vida cotidiana enseguida se me pasan los efectos. Está muy bien ir de vez en cuando al Pirineo a pasar unos días en la  montaña, aunque a veces salgan días de mal tiempo. Gracias a esas excursiones a la montaña en pos de la zanahoria de los maestros he podido aspirar de vez en cuando el aire puro de las cumbres. También ha cambiado mi zazen, que se ha convertido en una práctica de aceptación. Bueno, toco madera para que perduren estos descubrimientos que he hecho.  
Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y esta se para.
Estar identificado con la mente es estar atrapado en el tiempo, mediante el recuerdo y la anticipación. El pasado te da una identidad y el futuro contiene una promesa de salvación, de una realización de algún tipo (Esto también incluye esperar la salvación en el próximo sesshin). Ambas son ilusiones.
Cuanto más te enfocas en el tiempo –pasado y futuro- más pierdes el ahora, lo más precioso que hay.
En el ahora, en la ausencia de tiempo, todos tus problemas se disuelven. El sufrimiento necesita tiempo; no puede sobrevivir en el ahora.
En un curso de eneagrama que hice en Madrid con Maite Melendo, el discernimiento, lo que llevé al curso fue precisamente el cómo llevar la espiritualidad a mi vida cotidiana. Maite me habló en un determinado momento del problema que supone en el camino espiritual el voluntarismo. La práctica del zen tiene mucho de voluntarismo. Para Maite se trata más bien de cultivar el abandono. Y sí, tenía razón, por ahí va la cosa. Abandono, aceptación. También es muy importante la sinceridad. Es por eso que estoy compartiendo estas vivencias y reflexiones.
Pues nada, quizá, después de todo, son buenas las crisis, porque cuando se superan se dejan atrás “pensamientos y sentimientos ilusorios” y surge algo nuevo, muchas veces mejor que lo anterior.
Yo continúo fiel a mi sentada diaria; es algo que después de tantos años ya forma parte mi vida, que echaría mucho a faltar si dejara de hacerla. Es mi pequeña excursión diaria a la montaña. Pero también tengo claro que la práctica del zen no es suficiente. Dice Ken Willber en la página 231: Si tienes un hueso roto el zen no lo arreglará y si tu vida emocional está destrozada, el zen tampoco la resolverá porque no es esa su misión. Por propia experiencia puedo decirte que el zen me ha ayudado mucho a convivir con mis neurosis y muy poco a librarme de ellas. Y en la página 233: Con demasiada frecuencia, yo me había limitado a utilizar la meditación para eludir el trabajo emocional que hubiera tenido que afrontar. Había utilizado el zazen para escapar de mi neurosis. Algo parecido comenta Ama Samy en la página 92: Hay quienes llegan al zen con expectativas y demandas inconscientes, que no tienen nada que ver con la búsqueda de la liberación o la salvación. Traen el daño, las heridas y los patrones de conducta del pasado. Estas no pueden ser curadas ni sanadas a través de la meditación. Hay quien piensa erróneamente que por medio de una práctica más intensa, los problemas psicológicos pueden quedar resueltos; eso es una ilusión. Cuanto más intensa o prolongada la práctica de la meditación, mayor el empeoramiento de tales problemas.
Dice la tradición budista que las últimas palabras del Buda fueron: Sed vuestras propias lámparas. Si el Buda se despidió de este mundo con estas palabras, por algo muy importante sería. Por eso no deberíamos olvidarlas y tenerlas muy presentes.
También contamos con un tesoro de inestimable valor y de gran ayuda: se trata de la amistad entre todos nosotros, los practicantes del grupo zen. Es algo que ha surgido después de muchos años de compartir silencio y palabras, y que yo valoro mucho.
Me despido con una última cita de Eckhart Tolle: 
La verdadera libertad y el final del sufrimiento estriban en vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que sientas o experimentes en este momento.
Este alineamiento interno con el Ahora es el final del sufrimiento.

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